En 1995, McArthur Wheeler entró en dos bancos de la ciudad de Pittsburg y los asalto a plena luz a cara descubierta. Fue arrestado más tarde esa misma noche, a menos de una hora de la emisión en televisión de las grabaciones de las cámaras de seguridad de las entidades. Cuando la policía le mostró las grabaciones el señor Wheeler exclamó: «Pero si me había puesto el limón». Al parecer el atracador creía que embadurnarse la cara con zumo de limón lo haría invisible ante las cámaras de vigilancia.
Con este episodio comienza el artículo[PDF] en el que J. Kruger y D. Dunning de la Universidad de Cornell exponen el denominado «Efecto Dunning-Kruger». Según este los individuos con menos conocimientos tienden a sobreestimar sus cualidades mientras que aquellos más preparados se consideran menos competentes que la media.
La afirmación se basa en la observación de las puntuaciones obtenidas por diferentes grupos de estudiantes[NSFW] en pruebas de diversas materias (lógica, gramática, ). Se comprueba que aquellos individuos claramente incompetentes en una materia (puntuación situada en el primer cuarto de la distribución) visiblemente sobrestimaban su actuación en la prueba. Aunque estadísticamente este es el comportamiento más probable, se observó como el grado de estimación por exceso disminuía al observar individuos con mejores resultados en las pruebas. Incluso se llega a un punto en el que los individuos con un mayor grado de competencia en la materia claramente estimaban por defecto sus resultados esperados.
El estudio nos descubre también como los individuos con menos conocimientos en un área tienen una mucha menor capacidad de reconocer los méritos de sus compañeros con una mayor competencia. En efecto, habiendo juntado a los integrantes del cuartil más bajo y el más elevado y dando además las pruebas de unos a los otros, los menos competentes fueron incapaces de reconocer sus propios errores, aún incluso después de haber observado las respuestas de sus compañeros. Pero no solo eso, los estudiantes más preparados se dieron cuenta del grado de incompetencia de sus compañeros solo al observar sus respuestas ya que a priori concedían a estos su mismo grado de competencia, es decir, suponían gran cantidad de respuestas acertadas a los más incompetentes al no haber tenido ellos mismos ninguna duda al responderlas. Por tanto, además de no saber reconocer nuestra propia incompetencia tampoco lo somos de reconocer la superioridad de otros con mayores conocimientos.
Posteriores estudios desvelan que solo tras someter a los estudiantes incompetentes a clases en las habilidades de las que carecían, son estos capaces de mejorar su capacidad para estimar mejor sus propios méritos y los de los demás.
Este estudio cita las palabras de Darwin: «La ignorancia frecuentemente proporciona más confianza que el conocimiento», e incluso me gustaría añadir la famosa frase de Sócrates: «Solo sé que no sé nada». Y es que como seguramente estarán de acuerdo algunos lectores y miembros de este blog, el conocimiento produce infelicidad.
Se me han adelanto los tales Dunning y Kruger :-D. La verdad es que han confirmado cientificamente algo que había venido observando hace algunos años. Viendo a la gente con la que tengo contacto me fijé en que los que trataban a los demás como si fueran idiotas eran precisamente los más idiotas.
Esta sería una buena ocasión para colocar el gráfico de Lisa Simpson: Inteligencia vs. felicidad 🙂
de hecho, somos tan fikis que esa imagen ya había sido un artículo del blog… jajaja… http://www.thesmokesellers.com/?p=472