La insoportable levedad del Twitter

No eres interesante. Ni tú, ni yo, ni nadie en general. Oh, sí, perdóname, tocas la guitarra, tienes un tatuaje, cantas ópera, lees a Nietzsche, escribes prosa, haces kite-surf, haces fotografía conceptual, pintas cuadros, ayudas en un comedor social, has estado en 27 países, escribes en un blog, es cierto. Tú y 6 mil millones de personas más.

Las grandes ciudades siempre han sido un sitio donde se busca más esta diferenciación. Al convivir entre tantas personas se necesita crear una sensación de individualidad, de importancia dentro del grupo, una idea de «no soy uno más». De hecho, seguro que existen muchos estudios entre el nivel de diferenciación de las personas y la población de su ciudad.

Puede que este sea un incentivo a la creatividad, el hecho de forzar cosas diferentes para buscar la individualidad en ciudades colapsadas de humanos. Es cierto que muchas innovaciones han salido de grandes ciudades, que son lugares de intercambio y de confrontación de ideas.

O puede que sea un incentivo a la mediocridad. El concepto de creatividad va ligado a una cierta idea de libertad en el discurso, de no ser algo forzado. La idea de la diferenciación por la diferenciación, como mero hecho de buscarse una especie de lugar en el mundo no hace más que sepultar genialidades en un mar de diferenciación mediocre. ¿O acaso algo es interesante sólo porque es diferente?

¿A qué viene todo este rollo?

El modelo de «blog» está acabado; el modelo web 2.0 está acabado (sea lo que sea el web 2.0).

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