en Qué vida más triste

Sólo puede pasarme a mí­ (FINAL)

Toda historia tiene un final. Puede que sea bueno, puede que sea malo, pero tiene un final. Como no podía ser menos, la épica cuadrilogía de la peor entrevista de trabajo también tiene uno. Después de los capítulos anteriores (0,1,2,3), el (des)esperado final.

– CUARTA PARTE: Alguien cagó sobre el nido del cuco –

Viernes, 14 de febrero de 2006
Por fin salen de la reunión. El jefe se dirige a mí: «vamos a hacer la entrevista». Así que subimos junto con el tío con el que hablé por teléfono hasta el pequeño zulo iluminado que hay en el altillo. La entrevista empieza totalmente seria. Con copias de mi CV, me hacen preguntas normales sobre mis estudios. Luego me explican a qué me tendría que dedicar. Al parecer, hace varios años, habían recibido una subvención para realizar un prototipo para la medida de midiclorianos en colaboración con la Universidad de Nunca Jamás (no pienso poner referencias reales). Hará unos 6 años volvieron a pedir la subvención para lo mismo. Denegada. Entonces modificaron un poco las especificaciones del equipo, y pidieron ayuda al Ministerio de De^^f*ensa. Pero sin que estos hubieran previsto dar subvenciones ni nada en absoluto, a puro huevo que se dice. Con las ‘inteligentes’ modificaciones, les concedieron una subvención por 3 años. Simplemente se pasa de detectar midiclorianos a detectar ataques b*io^ló=gicos. Sólo hay que cambiar unas cosas, que creemos que existen, y entonces serviría. Cuando venció, pidieron una renovación y se la dieron. Queda el año 2006 para la conclusión de 6 años de dinero público. El chisme no está hecho. Y hay que hacerlo. Es decir, hay que meterse con un equipo que lleva congelado unos 6 años, y hacer que detecte vida en Marte. Además de ocuparse del equipo que están haciendo los chavales estos, porque claro como están en prácticas se piran para el verano. Pero que no me preocupe, porque será por muchachada en prácticas… que ya se encarga él de mantener el flujo. Me tiran algunos memorandos de los que enviaron al ministerio con el trabajo avanzado, para que me vaya familiarizando con el tema. No tienen mucho más que contar, así que pregunto sobre el sistema ese de contratación, vía esa subvención rara. Me dicen que nada, que es una cosa muy reciente, que sólo se convocó una vez más. Es a nivel español, para contratar a expertos en proyectos de investigación. Hay que presentar bastante documentación, y se evalúa tanto el nivel del proyecto como la idoneidad de la persona seleccionada. ¿Y si no me conceden la subvención?. Pues entonces tendré que esperar otros 4 meses a que se vuelva a convocar, y volver a solicitarla. Ya veo… interesante. Me dice que la cuantía ya la sé, que será X, lo que había visto en la oferta. Aunque como ya sabré, no es eso lo que voy a cobrar, que hay que descontar de ese dinero la seguridad social, y entonces qued…[UN MOMENTO, rebobinemos]… Eh, habrá querido decir que menos lo que quite hacienda, ¿no?. No, me dice todo convencido que hay que descontar la seguridad social sobre eso, que es… como el 35%, a lo que asiente el tío. [Pensando: eeeeh… vamos a ver… el 35% es lo que paga a la seguridad social el empresario, no lo que paga el trabajador… eeeeeh… vamos que la jugada es incluir eso en la subvención, vamos que le salga gratis la operación, qué guapo todo oye. El 35% menos de X, menos el 20% más o menos que es lo que pagaría de IRPF…. eeeeeeh…. logaritmo de… sale lo que ya cobro. A TOMAR POR CULOOOO].

El jefe me dice que tiene que marchar a otra reunión, que me deja con el tío para que nos pongamos de acuerdo para rellenar la documentación que hay que mandar y tal y cual. Me cuenta algunas historias, que si rellenamos aquí, que si contamos esto por allí… Al poco me deja solo, para que revise la documentación y piense en lo que voy a poner. Allí estoy, hojeando el rollo que soltaron para que les dieran la subvención. Levanto la vista y veo como unos 20 A-Zs, y en todos ellos ponen cosas como ‘Causas judiciales pendientes 1990-1992’, ‘… ‘1994-19995’, ‘juicio competencia desleal’… todos así. Se está haciendo tarde, vienen a buscarme y bajamos a la parte de abajo. La documentación es extensa, así que dicen que mejor la relleno mañana y el domingo y el lunes y el… Me despido de los chavales y el jefe me dice que vamos a ir a cenar para tener una conversación distendida, ya que no hemos tenido oportunidad con tantas reuniones. Me llevan al hotel y espero a que el jefazo venga a buscarme.

Como a las 11 me llama el tío. En el aparcamiento espera el coche. Lo había visto alguna otra vez. Se trata de un destartalado Mondeo, lleno de golpes, con el parachoques trasero sujetado por un trozo de cinta americana, además de estar bastante sucio. El interior no mejora. El asiento de atrás está lleno de botellas vacías de plástico. En el maletero hay extintores y botes de compuestos químicos. Nada más entrar, me presenta a su novia rumana. Tendrá unos 40 años y es extraordinariamente callada. Por el camino me va comentando que vamos a ir a otro pueblo, uno cercano en el que hay más vida que en el que estamos. Sí, casi mejor. Aparecemos en no sé dónde. Es un pueblo un poco mayor, por lo menos se ven casas de más de dos pisos y hay gente por la calle. Me pregunta: ¿te gusta la piza?. Sí, claro, pizza… eeee…. Bueno, iremos a uno de esos restaurantes italianos, están bien… la comida está muy rica. Le pregunta a la mujer que si se acuerda del nombre de el restaurante ese. Ella responde… Telepiza. Eeeeh… ¿Qué?… telequé. El coche da la vuelta a la esquina y obviamente aparece el letrero del Telepizza. Wow… no estoy dando crédito. El tío conduce a toda hostia, estamos a punto de chocar porque se saltó un ceda el paso sin mirar y sin leches. Frenazo del otro, claxon, rumana gritando ‘cuidado’, un bonito cuadro. Aparcamos entre un cubo de basura y otro coche, no sé ni siquiera si era un aparcamiento posible, pero tanto a mí como a la mujer nos cuesta salir bastante, por aquello de casi no poder abrir la puerta. Al cruzar la calle se me cruza en el camino un gato negro. Verlo para creerlo, el pueblo debe llamarse Twin Peaks. Estoy en un semi-estado de descojone permanente, tengo que aguantarme la risa. Entramos en el TelePizza. Es tarde, y hay como dos mesas ocupadas por chavalines. Nos sentamos en una de ellas, típicas, llenas de garabatos hechos a navaja que ponen Jessy X Nico ‘98. Llevamos sentados un rato, y parece que no se anima a pedir, así que… debe creer que vienen a servir a la mesa o algo. Comento la jugada y voy a levantarme, cuando me detiene el cherif, que va a pedir él. Así que allí estamos esperando, la mujer callada y yo. Digo algunas pijadas para que no haya un silencio cortante. Se acerca el crack y nos pregunta que qué queremos de beber, que pidió vino, pero que no tienen, que sólo hay cerveza. Lo que tú quieras güelito, qué más da. Allí estamos, resolviendo los problemas del mundo en aquella mesa que cojeaba de una pata, mientras nos ponemos como cerdos con el queso fundido de la pizza. A güelito le encanta la cuatro quesos y no hace más que atiborrarse de cachos. Mientras tanto, intenta hacer que la pobre mujer engulla cachos, cuando está claro que no le apetece. El tío dice una serie de palabras que no logro encajar, un flash que me ha venido a la mente cuando la tía se toca la barriga y hace gestos de encontrarse mal, y el tío decir algo como ‘es normal’… joder… ¿cuando Morfeo fue a ver a güelito ¿escogió la pastilla azul?… Nah… paranoias en momentos de crisis. Seguimos allí bastante tiempo, mientras güelito me lanza una batería de preguntas tras otra. El TelePizza está a punto de cerrar. Estamos solos. Nos disponemos a marchar, pero antes… quedan dos trozos de pizza… y el tío suelta: ‘bueno, esto no lo vamos a dejar aquí ¿no? No vamos a desperdiciarlo’. La señora coge la caja de pizza y allí salimos, los tres magnícos, por la puerta del TelePizza con los restos de la batalla debajo del brazo. Volvemos al coche y me dejan en el hotel. Un día muy largo.

Sábado, 15 de febrero de 2006
A primera hora viene a recogerme el jefe. Vamos a la empresa. Nada más llegar le suelto que ‘lo estuve pensando’, que ‘no me compensaba mucho por el sueldo’, que ‘creía que el sueldo de la oferta era el bruto’, que MEC*G**NTUP***MADR******. El tío ni se inmuta. Me dice que pues nada, que si quiero ir a Valencia para pasar el tiempo o… joder… me pilló a contrapié, no la esperaba tan rápido. Estoy delante del PC, y le digo que bueno, que voy a mirar un poco lo que puedo hacer o tal, que si eso por la tarde. Miro los horarios del museo ese y del rollo aquel, los horarios de tren… nada… para perder el tiempo más que nada. Yonkis, youtube, flash games, la juerga padre vamos. A la hora del café nos reunimos alrededor de una mugrienta máquina de café, justo al lado de todos los botes químicos. La mujer baja con… sí amigos… los cachos de pizza de ayer recalentados. O al menos creo que estaban recalentados, no los probé. Estamos allí el contable, una tía de unos 60 años argentina que vino a ayudar al contable, un tío de la inmobiliaria, rumanía y yo. El tío de la inmobiliaria (discapacitado físico, al igual que el contable) hace otro comentario que me hace volver a recordar el tema de la pastilla azul y encestar. El jefe está en otra reunión cómo no. El contable es un chaval, y no para de contar cosas de cuando estuvo viviendo en USA, en Holanda, en un montonazo de sitios. Además, sabe mucha historia y está explicando no sé qué cosa a la señora. El tío me cae bien, y parece listo, por lo que no paro de preguntarme qué c****** hace aquí. El resto de chavales, los que sólo vi el viernes también eran buena gente y competentes. El cabrón tiene mano para escoger a los trabajadores.

Vamos a comer todos a un restaurante chino. Muy propio de la zona. Estamos absolutamente solos en el local. Allí le cuenta el jefe al resto que he rechazado la oferta y tal y cual.

Por la tarde sigo trasteando con el PC, me entra la tentación de mirar un poco por ahí. Miro algunos de los archivos, está lleno de presentaciones de PowerPoint y de los informes de los productos. Abro el programa de correo y veo la infinidad de CVs que habían mandado, me pica la curiosidad, pero no se puede ver el correo, necesita la contraseña del administrador. Qué raro, está pegada con un post-it en la parte derecha de la mesa. Bah, paso, no miré nada de nada, sigo jugando a mis estúpidos juegos flash después de preparar la visita mañana a la ciudad de las no sé qué de Valencia.

Domingo, 16 de febrero de 2006
La estación del tren del pueblo está como a 4 kilómetros, y tienes que recorrer una pila de carreteras de tierra que es increíble. Lo que se dice un acceso cómodo. Lógicamente me llevan en coche. Hace un día de perros, está lloviendo y completamente nublado. Ni un alma en la estación de tren, ni trabajadores, ni personas cogiendo el tren, ni nadie en 1 km a la redonda.

Tren. Valencia. Bus. Cuidad en cuestión. Cola para los tickets. McDonald’s. Visita al museo por la tarde. Bus. Paseo por Valencia. Tren. Hotel. Sobar.

Sólo un pequeño y extraño detalle del domingo. Cuando llegué seguía haciendo mal tiempo, lloviendo. Cuando me subí en el coche de güelito no pude abrir la puerta de atrás porque estaba destrozada. Por la mañana no lo estaba. Así que tuve que subir por el otro lado, detrás del conductor. La mujer rumana estaba en la parte de delante. A mitad de camino hacia el hotel, el tío se gira y me dice que tiene que hacer una cosa. Nos paramos delante de una casa genérica del pueblo. El tío pica al timbre de la puerta exterior, la típica casa que tiene una pequeña portilla, unas escaleras y llegas a la puerta principal. Llueve a cántaros y ahí sigue picando insistentemente al timbre. Se cansa, abre la verja y va hasta la puerta principal. Empieza a picar con el puño. Empieza a decir algunas voces, gritando un nombre me parece. Después de un rato se cansa, sube en el coche empapado. Ni palabra. Me deja en el hotel y me dice que mañana me vendrá a buscar él si puede y sino alguno de los chavales para llevarme a la estación.

Lunes, 17 de febrero de 2006
Viene a buscarme el contable. Me despido. Tren. Valencia. Bus. Acuario. McDonald’s para variar. Bus. Bus del aeropuerto. Avión.

Resultado: 300 euros a la p*** basura, cuatro días de pena y dolor, y una buena anécdota que contar.

– FIN –

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Comentario

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  1. Mi más sincera enhorabuena por la historia, y si es de verdad, mi apoyo de corazón.
    Cuando aprenderá el ‘patrón’ que su activo más preciado es su gente???
    Un abrazo,
    Juan