Sólo puede pasarme a mí­ (Tercera Parte)

Continúa la saga con la tercera parte. En un principio, estaba pensado como una trilogía, pero viendo el tamaño del texto, habrá que incluir una cuarta parte. Un capítulo de transición, en el que nuestro aventurero pasa un día como otro cualquiera.

– TERCERA PARTE: Contrabando suicida –

Viernes
Me levanto, me ducho, tal y cual. Habíamos quedado el día anterior en que me vendrían a buscar a las 9 de la mañana, que esperara en la puerta del hotel y me pasarían a recoger. Perfecto. A las 9 estoy esperando en la puerta. Voy dando un paseillo a la redonda para hacer tiempo. Nada, no llega nadie. 9:15. Hace un frío que pela y yo en camisa… de macho. No hay vida en el pueblo. No me cruzo con ninguna persona por la calle. No veo ningún coche por la carretera. La soledad más absoluta. Jamás he estado en un sitio en el que no hubiera nadie ya no sólo en las calles, en las tiendas, en los bares. Pasa rodando un matojo de estos del oeste… compruebo que tengo todas las balas en mi Peacemaker, veo al coronel, lo que hay que hacer por un puñado de dólares más… ufff.. se me está yendo la pelota… debe ser el frío. 9:30. Hora de tomar un café. Busco el bar en el que veo más gente. Hay dos personas dentro, contando a la camarera. Me siento y pido un café con leche. Hay dos periódicos, uno lo está leyendo el otro cliente y otro la propia camarera. Ni un ademán de dejarme el periódico a mí. Vale… pancho. Silencio sepulcral. El sonido de pasar las hojas del periódico corta el aire. 9:45. Por fin me llaman al teléfono móvil. Es el tío con el que hablé antes de venir. Se disculpa por la tardanza y me dice que llegará en 5 minutos. Pago el café (2 euros… precio de amigo). Vuelvo caminando hasta el hotel, espero un poco y aparece el tío. Mientras vamos camino de la empresa me cuenta un poco más de la modalidad esa de contrato o de subvención o lo que sea que van a solicitar. Un poco sobre a qué me dedico… un poco de aquí un poco de allá.

Sigue leyendo