A mediados del siglo XVIII el ingeniero húngaro Wolfgang von Kempelen construyó una máquina que jugaba al ajedrez de manera autónoma. No solo eso, dicho mecanismo era capaz de ganar a los mejores jugadores de su tiempo utilizando imaginativas estrategias y un juego de altísimo nivel
El dispositivo era de lo más variopinto, una figura de un turco (gran potencia de la época en constante combate con las naciones europeas) de tamaño natural sentado ante una caja de 120 cm de largo por 80 cm de alto sobre la que estaba colocado un tablero de ajedrez. El torso del turco era articulado y de manera automática hacía los movimientos de las piezas sobre el tablero utilizando sus propios brazos.